Martes. Masterclass 2: salí con tres niños y un perro gigante.
Martes. Masterclass 2: salí con tres niños y un perro gigante.

4. Mi decisión, por encima de lo que fue
Salí con tres niños y un perro gigante, llevando solo dos bolsas de ropa. A pesar de mis 32 años, sentía que mi alma y espíritu eran los de una niña de 5 años.
La confusión era abrumadora, sin saber qué camino tomar. Pero mi determinación era inquebrantable.
Me dije a mí misma: "Soy capaz".
Así, comencé en una habitación modesta con un colchón en el suelo, rodeada de cinco personas. Mi madre también estaba allí, quien, a pesar de las dificultades, me apoyó para empezar de nuevo con tres niños y un perro gigante a mi lado.
Inicié trabajando en lo que estaba al alcance, lavando ropa a mano, limpiando casas, cuidando ancianos y haciendo pulseras de noche.
A los 36 años, cuatro años después de abandonar esa situación, reflexioné sobre lo que quería lograr.
Siempre había anhelado estudiar, pero en mi familia no se valoraba la educación, y el agresor que había estado en mi vida tampoco lo permitiría.

5. Decidí despertar a la mujer que había sido,
Despertar a la mujer que soñaba con hacer algo más.
Es vital volver a esos sueños de la niñez y juventud después de salir de situaciones de agresión, porque ahí encontramos el comienzo de una nueva vida.
Decidí estudiar a los 36 años. Logré obtener mi diploma de secundaria y comencé a buscar trabajo como vendedora, lo cual era una opción viable en ese momento.
Finalmente, encontré una empresa donde empecé como vendedora y terminé como gerente de ventas. Mi gratitud es eterna hacia esta empresa y su dueño, quienes creyeron en mi potencial incluso cuando yo no lo veía.
Aprendí y crecí enormemente, agradeciendo el apoyo brindado.
A través de este proceso, me convertí en una autodidacta, aprendiendo sobre motivación, programación neurolingüística y otras áreas de desarrollo personal.
A pesar de no ser una profesional, compartía mis conocimientos con otros, inspirando y motivando a través de mis palabras.
A lo largo de mi trayectoria, comprendí la importancia de las palabras en la construcción o destrucción de la autoestima.

6. El poder de las palabras, los valores, mi esfuerzo.
Las palabras tienen el poder de moldear la percepción que tenemos de nosotros mismos y de los demás. Si le decimos a un niño que es incompetente, creerá en su propia incapacidad.
Sin embargo, si le decimos que es inteligente y capaz, también lo creerá.
He presenciado cómo las palabras pueden dirigir a la niñez hacia un futuro lleno de potencial.
Aunque mi propia infancia careció de estas palabras alentadoras, aprendí que podemos detener ese ciclo y brindar el apoyo que no recibimos.
La historia que vivimos no define nuestro destino; nosotros podemos moldearlo.
Las cartas que recibía cada vez que ascendía en mi puesto laboral siguen siendo uno de mis tesoros más preciados.
A pesar de haber transcurrido más de una década, conservo esas cartas con cariño, ya que representan la confianza y el empoderamiento que recibí en ese momento crucial de mi vida.
Gracias por escuchar mi historia.
Quiero recordarles que las palabras y las acciones pueden tener un impacto profundo en la vida de alguien.
Siempre hay una oportunidad para apoyar, alentar y motivar.
¡Juntos podemos crear un cambio positivo en nuestras vidas y en las de los demás!