3, En ocasiones hay distorsiones en la racionalidad  del pensamiento.

Aunque nuestras funciones ejecutivas y el lóbulo prefrontal nos proporcionan ciertas habilidades, también dificultan en gran medida nuestras vidas. 

En situaciones de ansiedad, nuestro cuerpo reacciona como si tuviéramos que huir, redirigiendo la sangre hacia los brazos y las piernas. 

Esta respuesta está vinculada a la activación de la amígdala, que en su forma primitiva nos advierte de posibles peligros.

Sin embargo, en muchas ocasiones, esta activación puede derivar en trastornos de ansiedad, donde la mente nos induce a creer que estamos en peligro y que necesitamos huir. En realidad, se trata simplemente del miedo, lo cual afecta nuestros pensamientos acerca del futuro y diversas situaciones.

3.1. Para asumir el miedo, se propone una serie de pasos. 

En primer lugar, se sugiere ayudar a la persona a respirar y relajarse como lo hemos visto durante todo el curso hasta el momento. 

Luego, es importante que identifique la emoción que está experimentando. Para ello, se recomienda observar el enfoque sobre las emociones básicas propuestas por el psicólogo norteamericano Paul Ekman*, como el enojo, la tristeza, el miedo o la felicidad, especialmente en situaciones de intervención en crisis. 

Al reconocer sus emociones, la persona podrá expresarse de manera más adecuada y, en el futuro, aprender a autorregularse. 

Un ejemplo práctico de identificación de emociones es utilizar un conteo para medir la intensidad emocional, preguntando en qué número se encuentra, como en una escala del 1 al 10.

Una vez que la persona ha logrado relajarse emocionalmente, se da paso al segundo paso, el manejo intelectual. 

3.2. Lo intelectual

Aquí, se busca proporcionar herramientas y técnicas para que la persona aprenda a gestionar sus emociones de manera más efectiva y consciente. 

Al practicar regularmente estas estrategias, se espera que la persona mejore su autorregulación emocional.

En conclusión, el enfoque propuesto implica un proceso que combina la comprensión y manejo de las emociones a través de la identificación y expresión consciente, seguido de la aplicación de técnicas intelectuales para lograr una regulación emocional más efectiva. 

Este proceso puede ser trabajado de manera constante durante sesiones terapéuticas.